miércoles, 22 de octubre de 2014

¿En qué piensas?


Odio que me pregunten qué estoy pensando. Sé que tiendo a quedarme callada y absorta con la mirada en cualquier punto perdido del espacio y que si estás en compañía es raro y muy fácil caer en la tentación de querer saber qué es lo que mantiene a alguien tan concentrado. Sin embargo, mi cabeza no siempre está en pensamientos comunes como la cena, el fin de semana o el partido de fútbol de turno. Una explicación siempre hay, por supuesto, pero ni la mitad de la mitad de las veces es lógica o coherente para quien pregunta. Mi cabeza cae con demasiada facilidad en el Mundo de las Maravillas. Aún recuerdo la última vez que respondí sinceramente a uno de estos momentos. Pensaba en los colores. Sí, en los colores. Azul, rojo, amarillo, morado, negro, blanco... Los colores que nos enseñan en el colegio. Los colores que nos enseñan nuestros padres cuando apenas nos levantábamos un palmo del suelo. Pensaba en lo fácil que nos resulta, a esa edad, ponernos de acuerdo para nombrar un determinado concepto todos de la misma forma. Incluso si ese concepto fuera para cada uno distinto. Me explicaré, o lo intentaré porque esta idea que me ronda en la cabeza desde hace años es mucho más fácil de entender dentro de mi cabeza que fuera de ella
Todos estamos de acuerdo en que este color es rojo, ¿no? Y que el color de el otro lado es azul.
Pero, ¿y si, aunque los llamemos igual, lo viéramos de forma diferente? Es decir, a lo que llamamos todos ROJO, el sujeto A lo ve de lo que llamamos rojo, y el sujeto B lo ve del color que todos conocemos como AZUL. Y el sujeto C lo ve del color generalmente conocido como AMARILLO. Pero a todos nos han enseñado que ese tono, que ese color, tiene que llamarse rojo. ¿Cómo sabríamos que lo vemos distinto? Quizás, yo veo el cielo verde (concepto general de verde) pero me han enseñado que debo llamarlo azul, y quizás para mí los árboles son amarillos y negros, pero me han enseñado que son verdes y marrones. Quizás para mí el marrón y el negro sí combinan perfectamente porque los colores que yo conozco con esos nombres sintonizan bien, y quizás el gurú de la moda los ve con un tono que no congenian y por eso lo decidió así. Quizás para mí el mar es morado en distintos tonos, y para mi madre es rojo, y para mi hermano es verde, pero a todos nos han enseñado que ese tono, lo veamos como lo veamos, debemos llamarlo azul.

Sé que es difícil de entender. Jamás sabríamos si es real o solo una idea loca de una persona con una cabeza con demasiada imaginación. Quizás yo veo este color en el tono que tú ves el verde, y tú lo ves con el tono azul, pero a los dos nos han enseñado que este tono es amarillo.


No es más que un pensamiento imposible (bueno, digamos altamente improbable), pero mi cabeza hace este tipo de cosas más a menudo de lo que me gustaría reconocer en público. Así que cuando me preguntan: ¿en qué piensas? Prefiero responder con una frase más fácil de entender que tener que explicar todo lo que esté pasando en mis pensamientos reales. Porque no solo son los colores... Hay mil preguntas del estilo.
¿Os imagináis la reacción cuando yo intento explicar todo esto? Hay dos posibles. Y las dos están en la siguiente foto.

Y es que ¿y si los locos no están tan locos? A Galileo casi lo queman por decir que la Tierra se movía alrededor del Sol. A Da Vinci más de lo mismo y hoy es considerado uno de los genios más grandes de la humanidad (bueno, vale, Da Vinci estaba un poco más ido...). Imaginad al primero que dijo que la Tierra era redonda.  No me estoy comparando con esos genios NI MUCHO MENOS. Solo quiero señalar que tener pensamientos diferentes no siempre es síntoma de haber perdido la cabeza. Tener pensamientos diferentes solo es síntoma de pensar diferente, pero mejor no decirlo en voz alta.

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