viernes, 8 de mayo de 2015

Mi España querida

Ah... el poder de las palabras. Y de los gestos. Y de los símbolos en general. Seguro que los que estáis leyendo esto y me conocéis en persona habéis abierto los ojos un poco más de lo habitual al leer el título. Aunque solo sea un poquito. Básicamente, porque "España" y "querida" saliendo juntas de mi boca es un hecho poco recurrente. Sin embargo, esto tiene su explicación, y no tiene nada que ver con que me guste poco o mucho España, con ser más española o no, más roja o más facha. Y allá va.

Todo nace con el franquismo. Quizá naciera todo antes, pero mi edad solo da para conocer a fuentes de primera mano de la guerra civil en adelante, así que me limito a hablar por ellas. El amigo Paquito se empeñó en llamar a su bando "los nacionales", cuando, irónicamente, eran los sublevados y se alzaban contra el poder nacional que en aquel momento representaba España, que era la República. Pues así, con todo. Este gesto que parece una tontería se sumó a otros miles de gestos y fueron envenenando las palabras y los símbolos hasta el punto que la palabra "España" se convirtió en gesto intrínseco de la derecha. Y, a partir de ahí, todas las demás. "Patria" es otra de las palabras que la derecha se ha apropiado para ellos. Y todo lo que tiene que ver con la bandera, con el himno, con la historia del país. ¿Y qué ocurre? Que los de derechas nos lanzan estas palabras como ataques a los de izquierdas.

Nunca he sentido ni especial simpatía ni antipatía por el himno español. Me gustaría que tuviera letra, eso sí, pero nada más lejos de ese detalle llega mi opinión sobre él. Tampoco me parece fea la rojigualda. Y, sin embargo, en más ocasiones de las que puedo contar con los dedos de las manos, amigos de derechas (ellos dirán que son de centro...) me han puesto el himno para ver mi reacción o me han acercado la bandera (han llegado a regalármela...) para ver si me salía urticaria. Ojo, para mí no son más que símbolos y los símbolos solo tienen el valor que les da la gente. Y con esos gestos, esos símbolos que para mí no eran nada, empiezan a convertirse en armas arrojadizas. Es como un mensaje repetitivo de "eh, mira, mira, esto es mío y tú eres del bando contrario y no tienes ningún derecho sobre ello". Po' vale. Si a día de hoy no me siento identificada con la bandera y el himno del país, es porque los mismos que me acusan de ello lo han conseguido.

"Es que no te sientes orgullosa de ser española". No puedo. No puedo sentirme orgullosa de haber
nacido en un país. Ni en un región. Me encanta Málaga, su sol, sus playas, su clima. Y estoy agradecida al universo de que me tocara haber nacido aquí, pero no puedo sentirme orgullosa de algo en lo que no he tenido nada que ver. Y lo mismo con España. Un año viviendo fuera me bastó para darme cuenta de lo mucho que echaba de menos mi tierra, pero no puedo sentirme orgullosa de algo que me tocó por azar. Es como si me sintiera orgullosa de ser morena, o de tener los ojos marrones, de ser bajita... Una tontería. Agradecida, sí, orgullosa, imposible.

Así que, se nos suele acusar de "poco españoles" por no simpatizar con los símbolos del país, cuando, en general, se han utilizado esos símbolos como armas para diferenciarse. Si llevas la banderita de pulsera, en el noventa por ciento de los casos, es porque eres de derechas y proclamas a los cuatro vientos tu amor por España. Pero es que, si alguien de izquierdas tiene la ocurrencia de llevar algo con la bandera, el fachilla de turno se lo recrimina. OJO al nivel. Si no los llevas porque no los llevas y si los llevas pero no piensas como ellos peor.

Son los que reparten el carné de "verdadero español". Y ser republicano, de izquierdas y esas cosillas parece que no les casa con la bandera y el himno. Parece ser que, para los que reparten el carné de español, también está mal visto que no te guste todo. O sea, no puedes ser español si no te gustan los toros. No puedes ser español si no te gusta la semana santa. No puedes ser español si no te dedicas a bailar flamenco. No puedes ser español si no te gusta el vino/tortilla de patatas/paella. Y si ya te metes con la iglesia... apaga y vámonos. Solo conciben una España posible, la suya, y todas las versiones alternativas que se le puedan ocurrir al resto, son "antiespañolas".