sábado, 5 de septiembre de 2015

La Vendettada

Llevo unos días con el alma más partida que de costumbre. Llevaba semanas consiguiendo evitar el telediario, periódicos, la radio... aunque fuera imposible cerrar los ojos y los oídos por completo a los dramas diarios de la humanidad, llevaba semanas consiguiendo alejarme de la realidad. Porque el mundo da asco. Porque la estupidez es internacional. Porque soy incapaz de ver un puto telediario sin tener que aguantar el nudo en la garganta y porque si encima se me ocurriera publicar todo lo que pienso, me pasaría el resto de la vida en la cárcel. Las reglas que rigen el mundo son las mismas que acabarán destruyéndolo. Así que hoy, después de ver el telediario y volver a ahogarme en la puta indiferencia de los intocables con el resto de los seres humanos, venir aquí a escribir lo que quería escribir me parece hasta de mal gusto. Pero así somos. Nos preocupa más un dolor diminuto en nuestro dedo meñique que la destrucción de miles de humanos en la otra punta del mundo.

Pero lo haré. Principalmente porque lo necesito soltar en algún lado. Porque mañana (hoy, sábado, cuando lo suba) oficialmente me habré quedado en Málaga sin una de mis mejores amigas. Una de esas amigas que no te pregunta cómo estás, porque, joder, lo sabe con mirarte. A la que le dices que vas a ir al concierto de Maná y se descojona en tu cara, porque sabe que es algo que no harías por voluntad propia ni con cinco mojitos encima. Es la que adopta al gruñón de mi perro como si de un sobrino se tratase. Es la compañera de instituto que pasa de ser un "hola y adiós" por compartir amistades a ser... No sé, a ser en quién confías (a ver, no le pidáis pétalos al cactus) y con quien compartes ahora un idioma propio basado en miradas, palabras y gestos que solo vosotros entendéis. Y todo por un maldito viaje de una semana a Italia.

La primera foto que he encontrado nuestra es de antes de ese viaje. Y, a partir de ahí, la cosa evoluciona, como nosotras, y menos mal, al menos podemos decir que somos como el vino, que mejoramos con los años porque madre mía, MADRE MÍA. (Lo siento por algunos de los caretos, pero... es que así se aprecia mejor lo bien que nos sientan los años xD)

Ella es la que se ríe a carcajadas. La que palmotea y agrede a todos los de su alrededor al reír. La que viste de amarillo. La que levanta la pierna al tirar los dardos, al jugar a la wii, al jugar a los bolos, al baloncesto... La que aparece en pleno enero con tirantas. Es Bob Esponja con los mojitos. Capaz de soltarte la cerdada más grande del mundo y al segundo hablar en balleno o como los minions. De copiarse de los deberes de francés delante de la profesora, de que te entre un ataque de risa rozando la expulsión de los pulmones con una canción de los Black Eyed Peas, y de compararte a la profesora con un botijo verde. Y luego ir a la playa a quemar los libros cual talibán con la mayor de las sonrisas. Es la única con la que me puedo copiar en un examen de francés aunque la profesora nos ponga a cada una en una punta de la clase. Nunca te dice que no a la comida basura. Es la que le grita al árbitro como si fuera del frente. Es la que va ganando a las cartas y se suicida con un par de tiradas. Es a la que nunca le dejaría el cuidado de mis propiedades porque la he visto arruinarse en el Monopoly demasiadas veces. Es la que copia los acentos sin darse cuenta y te pregunta qué quieres cenar con un "pinche wey" entre frase y frase. Es la chica de acero que no te cuenta sus problemas ni hurga en los tuyos, pero que está ahí. Constante. Paciente. Y aunque lo niegue, de fondo romántico (verdá wandi?). Es la que mejor compra en Primark. La que te dice que te olvides de leerte "50 sombras" porque te va a parecer basura, y acierta. Es la que se desmaya con agujas y en el cine con segúnquépelículas, pero luego lo compensa con unas tartas de cine (y mojitos, y mojitos). La que posa con una bolsa de mantecados como si hubiera comprado en Gucci. La que te pone por nombre "Guarra" en el móvil y cuando le preguntan no tiene reparo en señalarte riéndose a carcajadas, porque sabe que da igual, que es muy simple, que cuando uno aprecia a una persona puede llamarla por cualquier nombre, que siempre tiene un sentido cariñoso.


Otra estrella no tengo.

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