miércoles, 18 de junio de 2014

Periodismo de camiseta

Una de las primeras cosas que oyes al entrar en la facultad de periodismo es: "la objetividad no existe". La verdad absoluta es irreal. Una misma escena, imaginemos una colisión entre dos coche, tendrá multitud de puntos de vista, y todos son correctos. El conductor del coche número uno tendrá una versión que, aun siendo totalmente sincero y sin intentar modificar nada para eximirse de responsabilidad, no será idéntica a la del segundo conductor.

Por ejemplo: uno dirá que el sol le cegaba la vista y el otro, que estaba a la sombra, podría jurar que estaba nublado. La señora que en ese momento cruzaba por allí dirá que la velocidad era excesiva, el motorista, que no usaron los retrovisores. La joven del balcón añadirá que había algo resbaladizo en el asfalto que se veía desde cierta altura. Todos habrán sido objetivos, pero ninguno podía conocer todos los elementos influyentes. Bien, añadamos un periodista a la escena. Siendo testigo presencial del accidente, su versión, incluso incluyendo todos los testimonios, será parcial por la imposibilidad de tener todos los ángulos de un mismo hecho.

Sin embargo, la imposibilidad de ser objetivos no significa que debamos dejar de intentarlo. Hay que ser lo menos subjetivos posible, ceñirse a la realidad, no entrar en valoraciones. O eso es lo que te dicen. Mil y una indicaciones en ese sentido te estudias en los libros de estilo de los diferentes medios: "Seamos honestos", "no tengamos prejuicios", "mantener exactitud y precisión", "evitaremos simpatías hacia una de las partes", o la mejor de todas "la audiencia no debe deducir cuál es la opinión personal del periodista". Para el horror y la decadencia de la profesión nos encontramos con la cruda realidad.

Periodistas que, más que defensores de la "verdad", son el activo más reconocible en defensa de un partido político, una ideología o incluso un equipo de fútbol. Actúan como el departamento de comunicación de la organización que defienden cuando su función debería ser otra muy distinta. Todos tenemos una opinión personal, obviamente. Algunos también tenemos un equipo de fútbol preferido, pero eso no debería afectar a la hora de informar sobre ello.

Hay verdaderos "hooligans" en las redacciones. Periodistas incapaces de desprenderse de la camiseta de su equipo a la hora de trabajar. Me parece muy bien que seas rojo o facha, culé o madridista, y que lo proclames a los cuatro vientos si te place, pero no dejes que eso se deduzca de tu trabajo. No tienes que defender al equipo en tu portada, eso es tarea del club. Lo tuyo es aproximarte lo máximo posible a la verdad e informar sobre ello, aunque eso sea perjudicial para tu ideología. Parece que muchos lo han olvidado, incluyendo a los lectores.

Algunos aficionados se quejan porque "en Málaga no tenemos una prensa que defienda al equipo de la ciudad como en Madrid (As, Marca) y Barcelona (Sport, Mundo deportivo)". Y menos mal. Por suerte la fiebre hooligan no afecta demasiado a los periodistas deportivos malagueños. De momento.


Hace unos meses, tras un mal partido del Málaga (no recuerdo cuál, si habéis seguido la temporada del equipo me comprenderéis...) redacté un artículo en el que reconocía lo merecido de la derrota y argumentaba que los jugadores prácticamente no habían pisado el césped. Un aficionado se molestó y, vía Twitter, me lo hizo saber de manera muy educada. Me comentó que "quién mierdas me creía para decir que el Málaga había jugado mal", que así nos iba por culpa de "periodistas" como yo. Le respondí que yo no había dicho que jugara mal, porque no se podía decir siquiera que hubiera jugado y que, evidentemente, el Málaga al borde de los puestos de descenso era por culpa de mis artículos. Muy lógico.

No es fácil criticar algo que quieres. No es agradable describir jugadas y goles en contra, derrotas, decisiones arbitrales (justas e injustas) que perjudican a tu club. Tampoco disfrutas igual una victoria trabajando que como aficionada. En una estás buscando las palabras más adecuadas para describir un gol que te salva el partido sin caer en el "CAMACHO DE MI VIDA, ¡QUÉ GOLAZO! TOOOOOOOOMA, QUE LES DEN POR C*** QUE LLEVAN UNA HORA PERDIENDO TIEMPO", y no es fácil.
Así que unos no deberíamos olvidar que el trabajo de los periodistas es la verdad, aunque ello implique reconocer el mal trabajo de nuestro equipo, y otros deberíamos dejar de intentar complacer al garrulismo fanático que todos llevamos dentro (en algunos casos también lo llevan por fuera) y colgar la blanquiazul en la percha el día que toque currar.

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