Intentó mantener la calma y no dejar entrever el desasosiego
que empezaba a poseerla, pero mientras Valeria relataba cómo había intentado
hablar con él y solo había conseguido acabar con un buen dolor de cabeza, Lucía
ya tenía la mente puesta en cómo salir de esa situación sin implicar más a su
amiga. Quizás lo más fácil era explicarle cómo funcionaba esa banda y ella
misma, pero eso era crear algo impredecible. No sabía si eso frenaría a Valeria
o solo le daría más alas y la colocaría a ella en una posición de primera
línea de fuego.
Klaus Augenthaler, así se llamaba el engominado, y fue lo
único que Lucía retuvo de todos los datos que Valeria le fue dando. No escuchó
nada sobre la coincidencia de fechas, ni sobre sus muchos viajes a los lugares
donde casualmente vivían los chantajeados y, por supuesto, nada de los lacayos
que le hacían el trabajo sucio. La vibración de su móvil sobre la mesa la
devolvió a la cafetería. La periodista levantó la vista de sus papeles y miró
extrañada el teléfono, estaba tan ensimismada con su explicación que la
interrupción le había parecido insólita.
- - Es Paty – dijo Lucía disculpándose con la
mirada. – Para que comamos juntas por aquí. ¿Te apuntas?
Valeria negó con la cabeza. Le caía bien Paty, pero era
demasiado enérgica para su estilo, y esa mañana estaba demasiado emocionada con
los acontecimientos del día como para añadir más explosión de hormonas a su
vida. Había tenido la impresión de que Lucía se distraía mientras hablaba, pero
ahora su amiga la miraba fijamente y casi podía ver cómo su cerebro no dejaba
de pensar y pensar.
- - ¿Me has seguido hasta ahora? ¿Lo entiendes? –
Lucía asintió despacio, en un gesto que Valeria interpretó como preocupación. –
Ahora te voy a enseñar lo que recibí esta mañana.
Dentro de la carpeta azul, bajo unas cuantas hojas en
blanco, había un sobre marrón. Lo extrajo con delicadeza, como si temiera que
se pudiera desintegrar en sus manos. Lucía nunca había visto una ficha
policial, pero suponía que se parecía bastante a lo que su amiga le pasaba en
ese instante, salvo por la ausencia de fotos. Quienquiera que fuera el emisor
de ese extraño paquete había estado siguiendo la pista de dos hombres a los que
relacionaba con diferentes casos de robo de información. Nada sólido, ninguna
prueba contundente, pero para alguien como Valeria que llevaba tiempo con el
tema, era todo un descubrimiento. Dos
nombres: Carlos Aroca y Álvaro Calderón, los hilos de los que tirar por los que
clamaba la periodista. Y una pequeña anotación entre paréntesis al lado de cada
uno de los nombres que hizo abrir los ojos como platos a Lucía: buscador.
Buscadores. Valeria advirtió como su amiga iba perdiendo el
color del rostro hasta quedarse lívida, estaba negando esa intuición desde que
empezó a leer los documentos, dispuesta a creer cualquier cosa antes que la
verdad, pero ya no podía negarlo más. Tenía que aceptar que Valeria estaba
investigando la misma organización para la que Pablo ahora trabajaba: La
Compañía.
- - Lu, ¿te encuentras bien? Has perdido el color.
- - Sí, sí, no te preocupes.
- - ¿Quieres que te traiga un vaso de agua o un
refresco? Realmente tienes mala cara- insistió Valeria preocupada.
Lucía se escudó tras un largo sorbo de café mientras su
amiga la analizaba minuciosamente con la mirada. Tenía que tomar una decisión y
tenía que hacerlo rápido. No sabía qué consecuencias, ni hasta donde podían
llegar estas, tendría que le contara lo que ella sabía sobre La Compañía y su
manera de trabajar, aunque sí tenía claro que era exponer a Pablo. Además,
implicaba tener que abrirle los ojos a una nueva realidad. Una realidad que se
salía de la lógica convencional y, para alguien tan pragmática como Valeria,
sería frustrante. Sin embargo, tampoco podía parar ya. Tanto si ayudaba a la
periodista como si no, Lucía necesitaba saber mucho más. Tenía que hablar con
Pablo inmediatamente.
- - ¿Confías en mí? – preguntó sin más preámbulos,
mirando fijamente a los ojos de su amiga.
- - Sé que es una pregunta trampa – respondió
Valeria revolviéndose incómoda en su asiento, - pero deduzco que una negativa a
estas alturas no tiene sentido. Confío en ti. ¿Qué ocurre?
- -Puedo contarte algunas cosas sobre el tema, pero
antes tengo que hablar con alguien.
- - ¿Sabes algo? ¿Tienes que pedir permiso? –
inquirió rápidamente la segunda pregunta frunciendo el ceño.
- - No, pero es un tema complicado. De explicar y de
entender. ¿Puedo llamarte más tarde?
- - ¿Y te vas a ir así? ¿Sin más? – Lucía apuraba su
café, intentando aguantar el semblante. Su pregunta era retórica, no esperaba
permiso para marcharse de allí, pero Valeria no parecía dispuesta a dejarla. -
¿A quién estás protegiendo?
Casi se atraganta con el café al escuchar la pregunta.
Desvió la mirada hacia su móvil, buscando una salida mágica a aquella situación.
- - ¿Se trata de Pablo, verdad? – Lucía tragó saliva
antes de mirar a su amiga a la cara, dispuesta a mentir con total descaro. – No
trates de ocultarlo. Has puesto esa mirada.
- - ¿Qué mirada?
- - La de estar dispuesta a interponerte entre un
tren a toda mecha y él. La misma que tenías cuando estabais juntos – Valeria
esperó unos segundos. - ¿Cuándo has vuelto con él?
- - Ese no es el tema, Vale.
- - ¡La leche que te parió, Lu! Ese es precisamente
el tema. Siempre lo ha sido.
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