miércoles, 4 de marzo de 2015

El último mensaje

No existe nada esencial, nada que cambie el rumbo de las cosas que jamás elegimos. Y el rumbo de la vida menos aún que el de cualquier otra cosa. Así que, la mayoría de nosotros jamás tendremos la oportunidad de elegir cómo o cuando moriremos, igual que no la tuvimos para elegir el momento de nacer. Sin embargo, hay ciertas cosas que sí podemos elegir. Y una de ellas es, por ejemplo, si queremos que nuestro último mensaje de Whatsapp sea el causante de un accidente en el que, no solo nos jugaremos nuestra vida, sino la del resto de conductores que circulen en ese momento a nuestro alrededor. Tu último mensaje puede ser: "estaré ahí en un rato", o puede no llegar nunca por escribir esas cinco nimias palabras. Igualmente tu último mensaje puede ser ese, con un iconito añadido y un beso escrito casi por costumbre, pero si lo escribes antes de empezar a conducir te aseguras dos cosas: que llega y que por escribirlo no causas tu ausencia (y la de unos cuantos más).

Hay muchas formas de causar un accidente, y muchas formas de que este te afecte, es decir, no todos acaban en muerte, también puedes acabar en silla de ruedas (menuda oferta ¿eh?). Hay formas y formas también de paliar las consecuencias de tener uno, porque siendo sinceros, todos pensamos que cuando tengamos uno no va a ser por nuestra culpa, todos pensamos que el otro se va a saltar un semáforo, no nos va a ver al cruzar la calle, o es que iba borracho. Pero, independientemente de la causa, en el coche llevamos un amigo (a veces molesto) que, a pesar de las campañas de cada año, la gente se sigue negando a usarlo y, sinceramente, flipo un poco con esto. La multa es lo de menos (que da para otro tema porque es una de las multas que más me absurdas me parecen... si te quieres matar, allá tú), es tu puñetera seguridad lo que te juegas al no ponerte el cinturón. O el casco, en caso del motorista.

También está la opción de "la última copa". Ese "yo controlo". Esa copa que te impide actuar con reflejos. Esa copa que hace que te despistes porque tienes el estómago revuelto. Esa copa que hace que te duermas al volante. Aunque supongo que esto es algo que ya todos deberíamos tener más que asumido. Y, sin embargo, cada día se producen accidentes de tráfico que matan a personas en el país. Cada día alguien bebe esa copa antes de conducir. Cada día alguien no se abrocha el casco/cinturón. Cada día enviamos esos mensajes con nuestras últimas palabras sin ser conscientes de ello. De "yo controlo" está el cementerio lleno. Lleno de los que escriben y, lo que me parece infinitamente peor, de los que pasan por al lado del que tiene un mensaje tan urgente que no puede esperar. Y también es criminal quien mata una sonrisa, así que sí. La imprudencia consciente me parece criminal. Que por mandar un mensaje mates a otra persona, me parece criminal y un precio demasiado alto para un "voy de camino". Después vendrán los lamentos. Las lágrimas. Y nos echaremos a llorar con rabia cuando le toque a nuestro hermano, a nuestra madre, a nuestro padre, a nuestra pareja. Lloraremos porque estaremos tristes, porque seremos conscientes de que nos han arrebatado a alguien de nuestras manos. Lloraremos porque no sentiremos lo que nos gustaría sentir, que es la invulnerabilidad. Lloraremos porque a veces no encontraremos a quién culpar y lloraremos porque es lo que conlleva el sufrimiento. Y lloraríamos con más rabia si supiéramos que esa persona nunca volverá a sonreírnos porque alguien no podía esperar para enviar un mensaje. Lloraremos porque, en el fondo, sabremos que está es una de las cosas que alguien podría haber elegido de otra manera.




No hay comentarios:

Publicar un comentario