viernes, 6 de febrero de 2015

Solo son niñas

Hace un par de días medio mundo se echaba las manos a la cabeza porque el grupo yihadista Estado Islámico quemaba vivo a un prisionero, un piloto jordano de apenas 26 años. Y es normal que nos escandalicemos con estas cosas. ¿Cómo, en la época que vivimos, todavía se llevan a cabo estas cosas? Ahora es cuando llega el listillo de turno y empieza que si la religión, que si Alá... No me tiréis de la lengua con la religión que si hablamos de Torquemada y la Inquisición Española los cristianos ganan por goleada. Bueno, a lo que iba.

Hoy, seis de febrero de 2015, se siguen haciendo SALVAJADAS. Y hoy no voy a hablar de la salvajada de torturar a un animal con lanzas, fuego y demás hasta la muerte (que también podría). Hoy voy a hablar de lo que para muchos es todavía peor. Lo de torturar un ser humano a otro. Lo que alguien que, en teoría, debería ser igual, le hace a otra persona por razones ya sean culturales o religiosas. La OMS lo llama Mutilación Genital Femenina. La extirpación total o parcial de los genitales externos de las niñas. Y no es algo que solo afecte a "los cuatro chalados de por ahí". Unos 140 millones de niñas y mujeres sufren EN LA ACTUALIDAD estas consecuencias. La mayoría de casos se concentra en África, Oriente Próximo y Asia, pero no por ello debería dejar de ser importante para los europeos. De hecho, en Estados Unidos se hacía hasta 1950 y en Inglaterra Isaac Baker Brown publicó un libro en el que alababa lo eficaz que eran estas medidas para evitar la masturbación femenina. Y el soplagaitas de Sigmund Freud declara en uno de sus libros que "la eliminación de la sexualidad clitoriana es una precondición necesaria para el desarrollo de la feminidad". Conozco unas cuantas damas a las que les gustaría tener unas palabras con Freud y su sexualidad.

Hay tres tipos de MGF. La más leve elimina el prepucio que cubre el clítoris de las mujeres y se acompaña de la extirpación de este. La segunda elimina el clítoris y los labios menores. Y la tercera elimina el clítoris, los labios menos y los mayores y, además cose con hilo ambos lados de la vulva hasta su cicatrización. Sea cual sea el tipo, las consecuencias son similares y evidentes para todas. Desde infecciones, quistes, hemorragias, tétanos, sepsis, llagas abiertas, lesiones de los tejidos vecinos, la esterilidad, el aumento de riesgos de complicaciones en el parto... por no hablar del DOLOR y de las veces en las que esa tortura acaba en muerte. Sin mencionar el trauma de por vida. Hay lugares del mundo en los que no haber nacido nunca puede ser el mayor de los favores.

¿Por qué? Para alejarnos a las mujeres del libertinaje y la inmoralidad, dicen. Dicen que reduce la libido y elimina cualquier tentación de adulterio (¿quién lo iba a imaginar?). Pero yo creo que la razón es más sencilla. Porque lo permitimos. Si hubiera un grupo terrorista que se dedicara a cortar penes a tres millones de hombres cada año, la cosa cambiaría. Pero claro, están en ese lugar del mundo que solo interesa cuando capturan a alguien de otro lugar, o cuando se descubre que tiene petróleo bajo la choza o diamantes en el parque de atrás. Solo son tres millones de niñas cada año mutiladas hasta el punto de limitarles el mundo o la muerte. Solo son tres millones de niñas cada año que sufrirán más ese día que cualquiera de nosotros en toda nuestra vida. Solo son tres millones de niñas que no le importan a nadie porque no son rubias y viven en Los Ángeles. Solo son tres millones de niñas. Y es eso, que solo son niñas. ¿Cuántas niñas más son necesarias para darnos cuentas de que ya han sido demasiadas?


"Sientan a la niña desnuda, en un taburete bajo, inmovilizada al menos por tres mujeres. Una de ellas le rodea fuertemente el pecho con los brazos; las otras dos la obligan a mantener los muslos separados, para que la vulva quede completamente expuesta. Entonces, la anciana toma la navaja de afeitar y extirpa el clítoris. A continuación viene la infibulación: la anciana practica un corte a lo largo del labio menor y luego elimina, raspando, la carne del interior del labio mayor. La operación se repite al otro lado de la vulva. La niña grita y se retuerce de dolor, pero siguen sujetándola. La anciana enjuga la sangre de la herida y la madre, así como las otras mujeres, "verifica" su trabajo, algunas veces introduciendo los dedos. La cantidad de carne raspada de los labios mayores depende de la habilidad "técnica" de quien opera. La abertura que queda para la orina y el flujo menstrual es minúscula.
Luego, la anciana aplica una pasta y asegura la unión de los labios mayores mediante espinas de acacia, que perforan el labio y se clavan en el otro. Coloca tres o cuatro a lo largo de la vulva. Estas espigas se fijan con hilo de coser o crin de caballo.
Pero todo esto no basta para asegurar la soldadura de los labios; por eso, a la niña la atan desde la pelvis hasta los pies. Le inmovilizan las piernas con tiras de tela."

No hay comentarios:

Publicar un comentario