Otro día recuerdo estar hablando con una de ellas y no sé cómo preguntándole que quería ser de mayor. Me contestó que quería curar animales, vivir en el campo, tener un perro, que su novio fuese rubio y escuchar mucha música y bailar. Veterinaria, le respondí. "No, seño, yo quiero curar animales, a lo mejor no es como un médico, a lo mejor veterinaria es irte al campo o a la selva y ayudar a los animales a vivir mejor, pero también quiero ser las otras cosas". Y tiene razón.
No eres tu trabajo. Y los adultos pecamos de definirnos a nosotros mismos así. Te presentas o te preguntan qué eres y respondes con tu trabajo. Soy enfermero, soy médico, soy peluquero, soy cocinero, soy periodista, soy funcionario. Es como si nos definiéramos por nuestra cuenta corriente o el contenido de nuestra cartera: soy 200€; soy 15€; soy 1.000.000€. O por la marca de nuestra ropa: soy Levi´s; soy Ralph Lauren; soy Bershka; soy Primark. ¿No nos parecería ridículo que alguien se definiera por su coche? "Soy BMW". En cambio, cuando alguien se define por su trabajo, lo vemos normal. Como si ese trabajo al que, en muchos casos, se odia fuera todo lo que tenemos dentro de nosotros.
¿De todos los rasgos y facetas de tu vida, tu trabajo es lo más representativo? ¿Por qué no nos definimos como lo que de verdad nos representa? "Soy viajera, los viajes me los pago con mi trabajo de dependienta, pero en esencia, soy viajera". O "soy lectora". Escritora. Animalista. Madre. Motera. Deportista. Cocinera. Fotógrafa. Bailarina. Dibujante.
Esta chica, de siete añitos, tiene más sentido común que todos los adultos del país. Ella quiere curar animales, pero tiene claro que lo que quiere que sea su trabajo y su forma de ganarse la vida no será lo que defina quién es. Probablemente tener un novio rubio tampoco, pero tampoco vamos a pedirle una respuesta de gurú.
Como decía Tyler Durden: "Veo mucho potencial, pero está desperdiciado. Toda una generación
trabajando en gasolineras, sirviendo mesas o siendo esclavos oficinistas. La publicidad nos hace desear coches y ropas. Tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia. Desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, estrellas de cine o estrellas del rock, pero no lo seremos. Y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados".
Nos han convencido de que solo somos, o solo valemos, lo que nuestro trabajo es capaz de generar. Y si tu gran afición no genera dinero para gastar en cosas que a su vez han generado otros, no vales nada. No vale de nada que te guste leer. No vale de nada que tu gran afición sea andar por el monte. Eres oficinista y eso es lo que genera dinero, así que eso es lo que nos interesa de ti. Así que desde pequeños nos inculcan la idea de que estamos consiguiendo lo que queremos al ir estudiando y formándonos, cuando en realidad solo nos están engrasando para que encajemos en su perfecta maquinaria. Quemando nuestras posibilidades, una a una, poco a poco, de ver más allá por una satisfacción efímera y una corta sensación de "nuestro deber realizado".
Sal del molde.
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