lunes, 2 de febrero de 2015

Deportistas de salón

La mayoría de los seres humanos tenemos tendencia a criticar a aquellos que hacen lo que nosotros mismos no nos atrevemos a hacer. A veces, abiertamente, otras veces de manera más encubierta con comentarios: "Qué tío más rarito". Hay quien no, por supuesto, pero la inmensa mayoría hemos sufrido en algún momento de nuestras vidas la caída en la tentación. Hoy, vengo a hablaros de una subespecie en concreto. Yo lo llamo el "deportista de salón", o "deportista de sofá". Y, os puedo asegurar, que conocéis a más de uno y de dos especímenes de esta no tan rara avis.

El deportista de salón, hasta hace unos años, era fácilmente reconocible por su apariencia. Era común verlos pasear con chándal y con el periódico (deportivo, por supuesto) bajo el brazo. Hoy en día, por suerte para nuestras retinas, esta imagen ha ido perdiendo furor. Sin embargo, os daré otras características para que cuando os topéis con uno de ellos sepáis actuar en consecuencia.

1. La principal característica del deportista de salón es que no hace deporte. No cuenta como deporte ponerse los calcetines ni atarse las zapatillas. Ni el zapping. Ni el tumbing. Así que no, no hace deporte, a pesar de lo que su nombre pueda indicar.

2. Su habitat natural es un salón (ahora el nombre sí nos da una gran pista). O al menos lo era hasta la llegada de internet, tablets y ordenadores en cada habitación de la casa. Ahora es fácil encontrarlo pegado a cualquier pantalla con una retransmisión deportiva en directo o, en caso de no haber ninguna en ese momento, con la crónica, la tabla de resultados o el calendario.

3. Es menos sutil que una yegua en celo sobre sus opiniones. En general, te las harás saber quieras o no. Puede subir la voz, poner la televisión a niveles que se considera terrorismo acústico, radiarte el partido que tú mismo estás viendo, o incluso golpearte reiterativamente el hombro a la vez que hace un sonido primitivo con la boca parecido a "chist chist" para llamar tu atención. Es imposible evitarlos. Si has entrado en su radio de caza, tendrás que saberlo TODO sobre el partido del día anterior. Hasta la altura del césped.

4. Aunque, en general, su especialidad es el fútbol, sabe de todos los deportes habidos y por haber. Lobato es un aficionado a su lado sobre la F1. A Nadal lo conocía cuando todavía no competía profesionalmente. Marc Marquéz le pidió que le enseñara a derrapar en las curvas a él. Del Bosque le pide consejo para las convocatorias de la selección de fútbol. Cualquier deporte que pronuncies, él lo conocía antes, y es capaz de darte los nombres de los mejores.

5. Si su equipo pierde, él te da los pormenores de los errores del entrenador (o del jugador) y lo que tendría que haber hecho para ganar. Si su equipo gana... "es lo que llevo repitiendo toda la temporada, no puedes quitar a un jugador de ese calibre en un partido así".

6. En general, da unos gritos considerables al televisor mientras practica su deporte. O sea, estar sentado/tumbado frente a la pantalla.

7. Si les invitas a hacer deporte, ese que tanto aman y tan fervientemente siguen, siempre tienen algún problema físico que, ojo, se causaron practicando ese deporte. O están ocupados y no tienen tiempo. o es que tienen que lavarse el pelo. O ese día va a llover. O tiene que ver como crece la hierba del jardín. NUNCA lo harán.

Al fin y al cabo, es mucho más fácil augurar que ese pase al hueco era la decisión correcta cuando ya es imposible comprobarlo. Es mucho más fácil decir que los jugadores no se implican desde tu sofá calentito con tu cerveza. Es mucho más fácil decir que el entrenador no tiene ni idea de fútbol cuando nunca se ha jugado. Es mucho más fácil decir que has perdido porque no deberías haberte comido ese puño en la cara cuando no eres tú el que está sudando en el ring. Es mucho más fácil ser deportista de salón, que ser deportista.

Así que, queridos amigos deportistas de salón, vamos a sudar un poquito la camiseta antes de abrir la boca, majetes.

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